sábado, 23 de julio de 2011

LA CASA FLOTANTE



Desde los márgenes de la ciudad, la casa respira. Inhala y exhala; es en esa exhalación donde se muestra más pura y esencial. En un invite nocturno.
La casa abrió sus puertas, los avispados sintieron el llamado y concurrieron. La imagen fue todo. El sonido lo complementó y los brebajes de góndolas sirvieron a la sed de los invitados.

Sintéticamente así fue el relato de los testigos y protagonistas de esa noche. Una noche en la que la luz fue negra en algunos lugares, con San La Muerte protegiendo. Una noche en la que las velas iluminaban las plantas y el paisaje era contemplativo por demás. Parecía que allí el tiempo se detenía y luego avanzaba más rápido de lo que establecen las leyes físicas.
Los seres flotaban con los pies sobre el piso. A veces bailaban, se dejaban llevar por acordes latinos que resonaban desde cajas fabricadas para tal función.
Aunque el frío era la media que circulaba el aire en esa época del año, dentro de la casa se respiraba espeso, humeante y superfluo, sobre todo cuando algunos músicos expresaban su yo más profundo en lenguaje musical. Bajo la denominación de Monoaural aquellos acordes eran devueltos afirmativamente en clave: con movimientos de cabezas que respetaban compases
Los que más perduraron dentro de ese espacio pensado mínima y máximamente como un todo veían quiénes entraban y salían. Aquellos que no podían ser parte de dicha ceremonia por causas desconocidas y quienes arribaban desprevenidos. Pelos largos, cortos, bien vestidos, no tanto, nada importaba de eso.
Todos tenían algo que expresar, hasta las paredes que se pintaban con imágenes. Era el futuro y el pasado; dibujos sobre paredes proyectados desde computadoras y revoques rupestres con simples fibras, todo convivía armoniosamente.

Fue la invitación de la Casa Flotante, así se hacía llamar ese lugar.

15-07-11



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