lunes, 16 de febrero de 2009

Entrevista exclusiva


Entrevista Exclusiva.
La habitación era la número 132 y el refugio que significaba para él cualquier lugar cerrado, le producía placer, ante tanta soledad popular.
Dentro de esas paredes, no había reglas ni normas. Por eso las secuelas, por eso las huellas de noches anteriores. Convivían las cucarachas (en la noche) con los restos de cocaína, crack y marihuana sobre la mesa de luz. Un tacho que hacía de escupidera en la cabecera de la cama mezclaba restos de pizzas, vómito y papeles. Los jugos gástricos se condensaban al final del balde y el olor se percibía sólo cerca de ese depósito de vergüenza.
Una guitarra exclusiva para él descansaba en el bañadera, sin ningún por qué definido. Decía que mientras el instrumento estuviera en el baño, absorvería todas las energías necesarias para transmitir lo que él ya no podía darle. Por sus excesos y resacas continuas.
“Todo lo que dejamos nosotros termina en los baños, por eso está ahí”. Respondió durante la entrevista. “En ese lugar vive lo bueno del hombre y lo malo, ahí me arreglo, me destruyo y me vuelvo a arreglar”, respondía. Mientras señalando, se dejaba notar bajo su brazo las marcas de los pinchazos de heroína. Las venas querían escapar. Le aparecían calles moradas e hinchadas que corrían desesperadas por sus extremidades totalmente consumidas, más cercana a cualquier desnutrido de algún país africano que al de una estrella musical.
Esa tarde parecía obsesionado con el baño, quiso terminar la entrevista sentado en el inodoro, mientras yo, parado frente al bidet (desde donde se veía un líquido verdoso algo marrón pegado –de varios días seguramente- en el fondo de ese elemento) lo miraba y entendía que él ya no tenía más lugar a donde escapar.
“¿Sentís el olor que hay acá?, es especial. Casi mágico. Pero no en el de la belleza que creen todos. La mierda, el moho que se hace en el cielo raso, el papel higiénico mojado. Las partículas que largan los algodones con sangre, mezclado con las hormigas que aparecen. Hacen una atmosfera perfecta”, fue algo de lo que dijo.
A veces fijaba su punto, al fondo del desagüe de la bañadera, del bidet o el inodoro. “¿Sabés a donde va a parar todo esto? A nosotros mismos. Dentro nuestro tenemos meo de rata, restos de mierda propia, pero también ajena y cuántas basuras más. Y cuando lo entendamos, todos nos vamos a llevar mejor y nadie va a discriminar al otro y todos vamos a ser la misma escoria. Como ahora, pero entendiéndolo. Entonces no nos va a molestar revolver la basura, pelear contra los perros enfermos, patear ratas, y luchar contra los gatos por el destino de sus presas”.
Y así corrió el resto de lo que era mi reportaje exclusivo, entre escupidas, incorduras, olores inolvidables y retazos de ideología escatológica. A la noche dio su mejor recital en la historia. La madrugada lo encontró demasiado cerca de la basura y le gustó tanto que amaneció en la bañadera (esa que a la tarde había estado mirando en una fijación propia de un suicida, antes de saltar al vacío) muerto y asfixiado por su propio vómito. Drogas, alcohol, y palomas que miraban desde la ventana fue lo único que se escribió en esa mañana, junto a su cuerpo que pesaba en el mármol, custodiado y sobrevolado por moscas. Él fue titular, de los policiales. Yo jamás pude publicar mi entrevista exclusiva. Tenía razón, la basura es parte inseparable de nosotros.

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