sábado, 18 de abril de 2009

Tropel The Hojas Secas

Tomá mi casa y hacé una fiesta.
Oscuridad sobre una mano de la vereda de 8 entre 61 y 62, gente refugiada en esa penumbra y el rock de unas décadas atrás pero en el 2009 dentro de la oculta finca.

Por Facundo Cottet

En un espacio -que es el living de cualquier casa antigua- armado de dos ambientes contiguos hay retornos, pies de micrófonos, instrumentos y Tropel, que le da la bienvenida a la apertura de otro espacio en la ciudad. Se trata del centro cultural “El gran sueño”, un lugar que funcionará como foco artístico, cerca de bellas artes, polo de atracción hasta en estas cosas.
El cuarteto que cultiva el sonido Spinetta en todas sus épocas juntas, fue por momentos arrollador, respetando la esencia de su nombre. Riffs limpios en los dedos de Lucas Vanza (única guitarra) en temas como “Tu Dios y Tu Miseria”. “Tu ley, tu estado/ tu dios y tu miseria” en clave sesentista, cercana al disco “Axis Bold as Love” de Jimi Hendrix del año 1968, y cargado de intención.
Se escuchó una solemnidad ecléctica en “Lejana”. Un arranque demoledor del tema, para bucear por melancolías de amor y armonías calmas en la estructura sonora, al momento de hacer eje en la melodía. Y de vuelta al estilo de los sesenta/setenta en los solos de la guitarra.
Mientras esto crujía desde los parlantes, la gente parecía hipnótica. En su mayoría (con las manos ocupadas con alguna bebida color amarilla) se balanceaban entendiendo la esencia que ofrecía Tropel. Una esencia que se carga también desde la tensión, ya que en ese lugar juegan un papel principal las teclas.
“Claustro de ausencia” (una historia para la memoria en tiempos complicados y de debate como estos que nos tocan escuchar desde los medios) le dio el pie al brillo del teclado, a cargo de Santiago Delia. Justificando, que a veces, es prescindible una segunda guitarra.
Cuando se agotaba el repertorio del cuarteto, parecía el final. Una instrumental, para alimentar oídos exigentes y el chau. Pero no. La gente -público amigable- pidió otra y entonces lo programado se desvirtuó. El final fue “Presagio” un tema que lleva el sello de todo lo descripto anteriormente, pero en una sola canción. Sólo que esta vez, el tiempo de ensayo le dio otro aire y ahora, con cercanías al funk, Lucas cantaba “Ya no quiero perderte otra vez nena/ estalla el mundo detrás de mi espalda/ recuerdos, presagios, miradas, desiertos/ no hay nada”.
Pero hubo más. Un intermedio para reciclar el aire y el desenfreno de The Hojas Secas para ponerle distorsión y adelantarse unos años en la contextualización de sonido. Ya no estábamos en los sesenta, ahora el living podría transformarse en un garage podrido. “Convidé” (con cada vez más olor a hit) y los movimientos rock de Lucas Javuet para abrir el repertorio y continuar con la fiesta del rock.
Mientras Tropel precipitó sus canciones, en la vereda había gente. Cuando The Hojas Secas descalabraba su verborragia sonora al estilo The Strokes, la vereda seguía con gente. La fiesta siguió, ¿dónde…? En la calle, donde se vive el mejor rock.

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