domingo, 4 de mayo de 2008

Paisaje funcional (cuento)


Gritó, exclamó, llamó la atención de todos los que pasaban por su lado. Una chica se le cagó de risa. Otro pibe que paseaba volado con su perro, escuchando Los Redondos, por un instante imaginó el video-clip de la canción que rebotaba en sus oídos. Los limpiavidrios y vendedores de flores del semáforo entre bolsa y bolsa de poxiran lo miraban. Supongo que nunca entendieron nada, o sí. Para muchos da lo mismo, mientras no estén, mejor.
Pero él, así estuvo toda la mañana. Cada tanto se callaba, al rato parecía hablar con alguien o con otras personas. Un oficial, con la cordialidad que merece por estar en el centro de la ciudad -porque los que están en las esquinas más transitadas aparentan amabilidad con los transeúntes, casi siempre civilizados- mientras mandaba mensajes de texto, lo vigilaba. Aunque eso significará desviar su atención de la municipalidad, en donde como todos los martes la punta entraba para hacer su delivery semanal, de cara a las agitadas jornadas políticas que asomaban.
Mientras tanto, ya eran casi las once de la mañana. El calor se inflamaba a pasos agigantados entre el asfalto, los gases de los micros y el paso fugaz y aplomado de la gente. Él seguía gritando. Algunas señoras, seguramente de familia tradicional, cruzaban la plaza para no chocárselo.
Profecías poéticas salían de su garganta ronca, entre alientos de mezclas e historias desconocidas. Vueltas de la vida que ninguno de nosotros comprenderemos. Pero ahí estaba…, como todos ese mediodía.
Cuando la ambulancia llegó con media hora de retraso, lo cargó. Los perros que lo rodeaban y los pibes del semáforo, bajando y ya sin tanto tolueno su organismo, se quedaron mirando la parte de atrás de la camioneta. El ruido del cierre de las puertas fue un tiro directo a la sien.
El diario del día siguiente no publicó nada. Los chicos de la esquina, entre malabares y falsos anhelos de libertad seguían ahí, los perros ahora corrían a las motos que frenaban en el semáforo o se peleaban por alguna hembra en celo. El policía, que era otro pero seguía siendo el mismo, hablaba por celular. Y las señoras de bien todavía no se animaban a pasar por la plaza… los pibes seguían descontextualizando el paisaje.
dibujo: nahuel torras

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